Bocetos y reflexiones
Alegato por la paz, la justicia y la fraternidad
Un reto artístico
Tras dos años de intenso trabajo, imaginando tanto el fondo como la forma del proyecto muralístico asumido con entusiasmo febril, los bocetos se amontonaban en el estudio-taller al mismo ritmo frenético con que discurrían la ideas, formas y colores en la mente de Xabier Egaña. Cientos de bocetos preparatorios, ocho cuadernos-libros de apuntes, cinco series distintas para todo el conjunto con soluciones cromáticas diferentes, escritos y reflexiones… sobre lo que iba a ser y ha sido un reto artístico de considerable magnitud (más de 400 m²) y una aventura personal dolorosa (con dolores articulares y peritonitis aguda incluida) pero gozosa al mismo tiempo, como todo proceso creativo intenso y fecundo.
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Palabras del autor
En una conferencia que pronunció, invitado para explicar su proyecto, dentro de un ciclo organizado por la Fundación Catedral Santa María, lo expresaba elocuentemente:
“En mi caso el camino del arte, ese sinuoso camino hacia lo desconocido, me ha traído a Antezana y hoy representa una nueva etapa en mi ya largo recorrido vital y artístico. Actualmente, con el pálpito del día a día, estoy viviendo, intensamente, esta peregrinación espiritual que inicié hace tres años buscando ideas, pergeñando bocetos, desgranando estructuras y composiciones para resolver unas pinturas murales que, en este momento, estoy desarrollando en una iglesia. Es una larga peregrinación que recorro tanto desde la faceta espiritual de hurgar en lo que creo que soy o me gustaría ser, para decirlo, hasta el esfuerzo físico que me obliga a subir y bajar entre bandejas de andamios, acarrear potes de colores, trapos, escaleras y pinceles…
He salido de una vida, ya muy adelantada, para revivir nuevamente, la búsqueda de mis viejos sueños, miedos y deseos. Los mismos que he podido sentir a lo largo de toda una vida. Hoy necesito acercarme al difícil diálogo con la convivencia con unos muros. Entrar en la relación directa con el valor de los tamaños, las distancias o las ausencias, de forma que las figuras que creo buscar y se encontraran sumergidas en el silencio blanco de las paredes, rompan su oculta presencia y, al fin, puedan aflorar, hacerse vivas y presentes. Confieso que en este ir y venir recorriendo cada trozo del muro, por mínimo que sea, a la vez que me agota, también me produce una sencilla satisfacción, porque me veo en el camino que siempre quise recorrer. El que va dando forma, día a día y año a año, al aspecto del rostro que hoy presento.”
Peleando con ideas y formas
Para explicar, a continuación, los motivos que debían inspirar y guiar el proyecto mural:
“Desde el principio me vi envuelto en la vorágine de buscar ideas, recoger los motivos y las dificultades del vivir, sintiendo miedos e incertidumbres ante la urgente necesidad de encontrar sentimientos y símbolos, para organizar las composiciones y distribución de espacios… A la vez que te sientes obligado a convivir con la presencia, que nunca te abandona, de tus propias dudas y anhelos insatisfechos.
Desde el inicio la obra constó de dos partes claramente diferenciadas: el atrio y el interior de la iglesia.
En el atrio se fueron fijando una serie de escenas de la vida del pueblo en sus diferentes facetas: la religiosa (la cruz caminera que centra el pueblo, la traída al pueblo de la virgen de la Armola); las festivas (romerías y comidas populares,…) y, sobre todo, una visión general de la vida de la comunidad en la que se encuentra ubicada la iglesia de San Miguel de Antezana.
Este primer trabajo era, por un lado, una presentación de mi forma de pintar ante la gente del pueblo que me había convocado. Y, por otro, una carta de presentación ante el Obispo que, en definitiva, tenía que conceder el permiso para introducirme en el enorme reto de plasmar unos murales que buscaban dar, desde nuestro siglo actual, una nueva presencia al ámbito espacial y espiritual del edificio religioso.
Después de la entrevista con el Obispo y la presentación de los bocetos, entre unas cosas y otras, se abrió un larguísimo año hasta que nos llegó el permiso pertinente y ya el 8 de agosto del 2014, por fin, recaí entre los andamios que soportarían la aventura que se me venía encima en la iglesia de Antezana.
El conjunto de la obra, que se ha titulado “Pinturas para la vida”, busca ofrecer el encuentro entre las mil facetas de la vida cotidiana, con el trasfondo, que desde el arte, como las ancestrales (pateras, rostros, caballos, figuras) máscaras que, a la vez ocultan y revelan nuevas presencias del existir y que, en principio, no siempre son fáciles de reconocer. Una primera mirada siempre es la que, superficialmente, nos ofrecen nuestros sentidos. Lo que vemos y parece que entendemos. Y la otra, la segunda, es la que invita a la persona a descubrir lo que se oculta en la apariencia que tenemos delante. Ofreciéndonos a vivir una metamorfosis entre lo familiar y lo completamente inesperado, que trascendiendo lo aparente y nos invita a ir un paso más allá hacia el fondo de nuestra persona, acercándonos a los misterios que portamos calladamente”.